Mis ojos son un mar, y una tormenta
callada y singular, una esperanza
secreta y pertinaz, que no se alcanza
al fiel de mi esperar, que se acrecenta.
Tu sombra vertical, por sombra exenta
se aferra a mi costado, sin templanza
desgarro mi penar, que ni te lanzas
a mí, ni llegarás, ni te me enfrentas.
Mi tiempo no halla fin, polvo sin mundo
se vierte al corazón, que en su vacío
porque guarda y te aguarda desespera.
Me eclipsa en su latir, y de rotundo
mugir que no serás, arroja un frío
puñal en su tenaz, eterna espera.
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