A la piedra le escribo, sí, a la piedra
por sembrarme en el pecho rayo y rosas,
que unas crecen y el otro las acosa
y la angustia del trueno brama y medra
por el campo de roca y por las hiedras
tan mustias de su pena tan rocosa
que la rosa y el rayo en mí reposan
unas vivas y el otro por la piedra.
Piedra, callas, y callas por sembrados
que empedrados en mí feroz colocas
sobre el triste penar de mis arenas.
Rayo, ruges, y ruges obligado
por la piedra, que rosas son tan pocas,
tan pocas pero tantas son mis penas.
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