Nos devoramos despacio y luego
fieramente, hasta sacarnos las cabezas.
En un río de sangre convivimos, incluso
llegamos a aullar invictos, seguros de que nada
podría ser más fuerte que nosotros
juntos, unidos, enlazados.
Y en ese mar de garras y de noches
llegó el fuego como de la nada.
De dentro y de fuera, devorando el horizonte, calcinando
todos nuestros corazones.
Nos creímos
invencibles, y caímos.
Nos odiamos.
Ahora no queda nada, si ya fuimos superados
por nuestro propio amor.
Ahora
nos miramos fríos, distantes, inhumanos.
Y antes o después, no sabremos evitarlo,
nosotros no estaremos,
él seguirá quemando.
Fotografía de Richard Siemens
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