martes, 7 de diciembre de 2010

Un día de furia



Es lo que vivieron miles de personas en los distintos aeropuertos de España durante estos merecidos días de descanso (excepto para aquellos a los que nos colocan un examen parcial como una catedral a la vuelta). De la noche a la mañana, un fuego cruzado y un sálvese quién pueda: el espacio aéreo queda cerrado, los controladores sufren sincrónicamente el baile de San Vito, no hay aviones para nadie y unos señores uniformados dan órdenes en las torres de control.

Antes de nada, vayamos por partes, como dijo Jack el Destripador. Que la acción de los controladores es miserable no puede discutirlo nadie por múltiples razones: a la huelga se va a la cara, no fingiendo estar enfermo; abusar de una posición de poder (que los controladores por su función saben que tienen) y ejercer ese poder contra la población civil indiscriminadamente y para fines propios es de una falta de integridad pasmosa; y por último, la única huelga válida es la de todos los trabajadores. Aunque el sindicato les dio libertad para seguir la huelga general del 29S, los controladores prefirieron consentir unos servicios mínimos abusivos y no secundarla. Parece ser que nos rebelamos cuando nos sale de la cabina de mandos. Si reivindicas, el egoísmo no tiene lugar como posición.

Dicho esto, tengamos clara otra cosa: nunca jamás te fíes de un gobierno. Nunca. Sindicalistas gilipoyas los hay en todas partes, pero que los "socialistas" (y esto ha de ir siempre entrecomillado cuando uno habla del PSOE) no nos vendan que son los nuevos Robespierre y van a rebanar las cabezas de esos controladores que se empolvan las narices, compran caras pelucas y aspiran rapé. Los cómputos de las horas que deben cumplir los controladores están mal hechos, se mire por donde se mire. A nadie se le puede exigir que por ejercer una actividad sindical, por ejemplo, se tenga que chupar interminables turnos cuando a la compañía le viene bien. Los representantes del sindicato de controladores (USCA) portavoceados (verbo inventado pero  de gran musicalidad) por César Cabo no tienen ninguna exigencia sobre su sueldo, y asumen y aceptan los recortes practicados. Exigen que dos y dos sean cuatro y, como llevan pidiendo años, que se contrate a más gente. Ahora las escuelas de controladores son privadas y tras apoquinar la matrícula (nada barata) del curso no se te garantiza un contrato. A muchos controladores esto no les parece bien y exigen un cambio. Me parece, como poco, razonable.

En definitiva, que los controladores son Le Roi Soleil pero tampoco tienen derecho a semejantes actuaciones como medidas reivindicativas. Pero no quisiera entretenerme en estas cuestiones que son puramente económicas y por tanto triviales para mí y para ti, ya que en esto manda el que tenia dinero antes de empezar a discutir. Y bien sabe dios que yo no soy ése. Vayamos a lo jugoso, a lo interesante, a lo que peor huele de todo esto: los militares. Está claro que ante un ataque sorpresa (que por cierto nunca sabremos si lo fue) no le queda al Estado más remedio que recurrir a la fuerza (relativamente) y a medidas excepcionales para establecer el orden (Estado, fuerza, orden... bonitos términos para una democracia, ¿no?). Así, se han puesto las torres bajo mando militar y los controladores han vuelto al trabajo (ahora bajo el mando del sargento chusquero de turno, como en la mili).

Ahora, hasta donde yo sé, el espacio aéreo está abierto otra vez y los controladores en sus puestos, aunque haya habido que persuadirlos amablemente. Sin embargo, ahora resulta que los controladores son unos secesionistas rebeldes de los que no se fía ni su madre y lo mejor para todos es prolongar el estado de alarma hasta navidades, por lo que pudiera pasar. Y lógicamente, los españoles se mosquean, prefieren que todo vuelva a la normalidad, se intente que los controladores vuelvan a sus puestos con unas condiciones aceptables y así nos ahorremos esta tensión, porque lo último y menos deseable es recurrir al control militar. Y hasta aquí la sección de humor. Ni monarquía parlamentaria ni leches, España es una república castrense desde el día en que la fundó don Pelayo (aunque Pío Moa, César Vidal y el Club de los Historiadores Muertos reivindican que fue fundada por el mismísimo Jesucristo a lomos de un dragón rosa, a mayor gloria de la cristiandad). Nos encanta buscar enemigos contra los que dar palos, nos encantan que hombres hechos y derechos, como dios manda, marimandoneen aquí y allá y les den a los rebeldes y perturbadores de nuestro sueño eterno lo que se merecen. No nos interesa ni atender a razones, ni informarnos, ni llegar a situaciones razonables. A más del 60% de los españoles les interesa coger su puñetero vuelo en Navidad, al precio que sea, con almirante al frente si es preciso. Por si acaso, les recomiendo que cojan billetes de tren o barco.

Y así hemos llegado a Navidades: no sabemos lo que realmente ha pasado porque no queremos saberlo, los controladores, según se comenta en la pescadería, son los señores feudales de nuestra era, y al coronel los Reyes Magos le han echado anticipadamente el aeropuerto de Lego, aunque el coronel no tiene quien le controle las torres.



En la fotografía, la torre de control del aeropuerto de Newark, por Bill Striffler

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