Si como el águila, pudiésemos, feroz y tenazmente
destrozarnos las alas frotando con la roca
haciendo de las plumas carne y sangre de otro tiempo,
quedar suspendidos en un hálito de furia
eternamente, urdiendo la urgencia de ese esfuerzo.
Si reuniésemos un punto, donde todo lo que hacemos
medianamente bien consintiera en dejarse
hacer.
Entonces se podría
-quizá, porque esto es, como todo, absurdo
de afirmar- llegar a ser de nuevo
como el águila, un punto febril en el viento
hecho tan solo de voluntad y de esperanza.
En la imagen, "Eagle of dignity", de Steven Ford
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