lunes, 20 de diciembre de 2010

El día que hice huelga o el valor de la acción



Me acuerdo de aquel día como si hubiese sido ayer. Sé que yo tenía 16 años. No sé muy bien qué mes era, aunque por la ropa que llevábamos todos debía de ser el principio de la primavera, quizá un otoño tardío. Una huelga de profesores había ahuyentado a todos los alumnos del centro y unos pocos de mi clase, no más de seis, habíamos ido, mitad por conciencia (o mejor dicho, inconsciencia de qué coño iba la huelga) mitad por miedo (me pregunto ahora de qué), y estábamos allí, dejando pasar las horas muertas.

Entonces, no sé muy bien cuándo ni cómo, entró Pepe, el profesor de biología, nuestro tutor. Con sus eternos vaqueros azules y gastados, su camisa de cuadros de manga corta y su chaqueta de punto. Rubio de ojos azules, su imagen distaba mucho del sueco en que todos estáis pensando. Era más bien del tipo sueco estibador del puerto: grande, firme, con un largo pelo, barba rubia y una mirada que podía derretir un iceberg. El mensaje puesto en su voz era claro, y aunque las palabras exactas no puedo recordarlas, podrían haber sido algo así: "Podéis quedaros aquí y perder el tiempo, iros a vuestra casa y perder el tiempo o hacer algo de provecho en vez de perder el tiempo." Y la verdad es que no era una persona a la que a uno se le ocurriese discutir.

Pero no se equivoquen, los tiros no iban por ahí. Supongo que pensarán en que quería que nos pusiésemos a estudiar, a hacer deberes, a dar clase o alguna sargentada por el estilo. Nada de eso. Su concepto de no perder el tiempo era el más real y auténtico que he conocido. No perder el tiempo consistió en que levantásemos el culo de la silla y tomásemos las riendas del día. La huelga no tenía nada que ver con nosotros (en gran parte), así que nos sugirió tomar parte sobre lo que nos afectaba. Por aquella fecha hacía poco que un chico había sido asesinado en Villaverde (barrio que linda con el nuestro) por identificarse bajo esta o aquella bandera, de modo que nuestra huelga particular se centró en la violencia. 

Pasamos el día asaltando la sala de ordenadores del instituto (en el buen sentido) y sacando fotos de violencia, anarquismo (del malo), manifestaciones fascistas, brutalidad policial y otras lindezas. Lo normal que ocurre en un centro. La mañana se pasó intentando sortear a la profesora de Física (que prefería, naturalmente, que estuviésemos dando clase como dios manda o en nuestra casa sin dar el coñazo que dando vueltas por los pasillos) y a la jefa de estudios (que no creo que estuviese muy de acuerdo con eso de bajarse fotos de ultraviolencia desde los ordenadores del instituto), imprimiendo y recortando, pegando en cartulinas, rotulando carteles (literalmente, con rotuladores). Gastamos el día en exprimirnos las neuronas y pensar algo para que los demás pensaran (una meta tan loable como el juego de palabras).

Al final, dos o tres carteles colgaron del pasillo principal del instituto, con llamativos rótulos (a pesar de que se desestimó la brillante sugerencia de utilizar la palabra "sexo" en tipografía grande y roja como reclamo de las mentes adolescentes), impactantes fotos e incluso un panel donde escribir cada uno su opinión. Ni qué decir tiene que la mayoría de nuestros congéneres se dedicaron a escribir cosas tales como "Seh rubikooh lo parteh!!" o "Javi mariKon" y que nuestra febril cruzada antiviolencia, a efectos prácticos, se perdió en los anales de la Historia.

No obstante, eso no es lo importante de la historia. Lo fundamental es el hecho de que Pepe nos obligó a la fuerza (porque con cenutrios adolescentes a veces no hay más remedio) a movernos, a tomar parte en algo que aún no sabíamos bien qué era pero que nos afectaba profundamente: ni más ni menos que todo lo que ocurre a nuestro alrededor. Solo tengo contacto ya con uno de los que participamos en aquella odisea de seis horas, pero estoy casi convencido de que a ninguno de nosotros se nos habrá pasado por alto aquello. Aprendimos que tomar partido, que pasar de la insulsa pasividad a la emocionante actividad lo es absolutamente todo en la vida. No importa quizá tanto el qué, sino el hecho de sentirte vivo, de sentir que estás fabricando tu propia vida.

Los más puristas o derrotistas me dirán que al final nuestra acción, como tantas otras, no tuvo efecto ni éxito alguno. Cómo puedo negarlo, si lo he reconocido hace unas líneas. Pero lo crucial no fue cuánto cambiamos o dejamos de cambiar el mundo, sino lo que la acción cambió dentro de nosotros.


En la foto, "Arms Actions" de Dominique nom de plume

4 comentarios:

Unknown dijo...

Enhorabuena por este blog, Konrad VH. he leído unas cuantas entradas y me gustan.
No sé quién eres; sólo sé, porque lo escribiste en otra ocasión, que has sido alumno mío. Probablemente no hace falta saber más. pero, eso sí, me gustaría que todos mis alumnos tuvieran estas inquietudes.
No dejes de estar vivo (no temo que eso ocurra).

Konrad VH dijo...

Hola Hofrat.

En primer lugar, me alegro que te guste el blog.

En segundo lugar, no estoy seguro de haber sido alumno tuyo, ya que en este blog colaboramos varias personas, y no me suena haber mencionado a algún profesor. En todo caso, no estoy seguro. Jajaja.

En tercer y último lugar, hayas sido profesor mío o no, mil gracias por sentirte orgulloso de mí, por valorar lo que hago y por tus palabras.

Esperamos tus visitas y tus comentarios por aquí.

Un saludo.

Unknown dijo...

Si intervenís varios es seguro que uno de vosotros lo ha sido. Lo sé gracias a un comentario a una entrada sobre Gustav Meyrink que publiqué en mi blog "medicina y literatura". Creía haber firmado este comentario con mi nombre, pero he visto con sorpresa que ha salido firmado por "Hofrat" (un homenaje a mi libro de cabecera, "La montaña mágica"), que es el seudónimo que elegí cuando, ignorante de cómo funcionaba este mundo (no mucho más ignorante que ahora)creí entender que era imprescindible hacer algo así. ¡Y ahora resulta que la máquina lo recuerda y decide por su cuenta!

Konrad VH dijo...

Aaaahhh, ahora me ubico. Entonces sí que he sido alumno tuyo. Pensaba que te referías a una mención en este blog... Como ves, la deducción no es mi fuerte. Jajaja

En cuanto a lo del nombre, siempre hay opciones y botones escondidos para cambiar esas cosas, pero en todo caso del nombre de Hofrat me parece más que apropiado.

Lo dicho, bienvenido seas, pasa por esta casa siempre que quieras.