miércoles, 22 de diciembre de 2010

Potlatch digital



Como todos sabéis y los internautas celebráis por todo lo alto con una sesión de porno del bueno (pirata, eso sí), la conocida como "Ley Sinde" ha sido rechazada en el Congreso. Tras un reñido combate digno de guión hollywoodiense (como me han dicho que alguien twittea por ahí), un 20-18 le da la victoria al "no".

Sobre esta ley me podría tirar hablando años y años. Primero, el hecho de que un gobierno pueda cerrar webs, lo cual resulta inaceptable para los que, como yo, vemos Internet como una nueva herramienta que aún no han controlado del todo y que podemos usar para eso que tradicionalmente se llama "expresión" y "actividad pública". Segundo, el hecho de que los todopoderosos yanquis son en verdad los que han querido introducir esta ley, en un congreso de otro país (esto es, como poco, criminal). Tercero, que la ley haya caído porque los nacionalistas no han conseguido exprimir lo bastante al gobierno (¿qué coño entiende esta gente por Cámara de Representantes?). El cuarto pasa por el hecho de que una ministra de cultura (y esta última palabra es clave) ha engendrado monstruosidades como "Mentiras y gordas", por que hayan querido gravar soportes multimedia vírgenes (esto como si te cobran un pliego de tela como un traje de Armani por si te da por hacerte un traje como los suyos con el pliego, para que nos entendamos), por que la cultura deje tanto que desear en este país.

Por favor, comprendáseme señorías, yo entiendo que la gente que trabaja en el cine y en la música (y otras artes de menos lustre pero puede que mayor importancia) tiene que vivir, que es su trabajo. Entiendo que les joda que el fruto del sudor de su frente circule por ahí libremente (en realidad, esto último lo entiendo poco) y que quieran que no les quiten su pan (que en lenguaje de gente normal significa comida, y en este caso, unas cuantas cositas más) y todas esas cosas. Pero no voy a entrar más en lo que a mí me parece o deja de parecer las descargas, el arte o los ministerios del vasto mundo. Esto es mi opinión al fin y al cabo, y una opinión por sí sola vale bastante poco. En vez de eso, quería hablar del valor de eso que llamamos enigmáticamente "La Red".

Si me lo permiten (si no, también, para eso escribo yo), quería empezar con una breve historia sobre el potlatch. El potlatch es un rito que se celebraba en las tribus indias del noroeste de Norteamérica. Consiste, básicamente, en que algunos de los líderes de la tribu invitan a los demás a un alucinante festín. Y cuando digo alucinante, quiero decir exactamente eso: pescado y verduras hasta rebosar, carne de cerdo asada que se come hasta vomitar para hacer hueco y seguir comiendo, viandas imposibles de todo tipo. Todo esto se aderezaba con regalos, artesanía, bailes, e incluso se tiraban muebles y riquezas del anfitrión al río, o se quemaban, en una especie de catarsis total. ¿Y para qué este derroche tan brutal? La respuesta es sencilla: para deslumbrar al resto de congéneres y conseguir algo tan valioso como prestigio. Nada más ni nada menos. Este prestigio que muchos antropólogos sitúan como paso previo a la jerarquía y la monarquía.

¿Qué a qué viene esto del potlatch? Fácil y sencillo: el prestigio es la moneda del siglo XXI. muchas cosas nuevas y desconocidas, y sobre todo Internet, han convertido el mundo en una gigantesca reserva india. Miles de tribus lindando unas con otras, un territorio hostil y agresivo, unos vecinos a los que conquistar (y son demasiados para hacerlo por la fuerza). En la aldea global todos tratamos de ser el nuevo rey, y naturalmente no queda más que organizar un obsceno potlatch digital: cada libro de texto escaneado, cada disco subido, cada película ripeada. cada presentación de diapositivas colgada, es una muestra de nuestro inmenso, maravilloso poder ante el prójimo. Cada acción aparentemente altruista es otro seguidor de Twitter, otro contacto de Facebook, otro seguidor del blog, otro nuevo comentario, un escalafón más en el foro, un "Me gusta". En el Nuevo Nuevo Mundo, no buscamos nada más que darnos a conocer.

Esto creo que todos los que usamos Internet día sí, día también, esto nos queda bien claro, pero me sorprende que a los políticos o a los artistas (no a todos, claro) no. Unos u otros, que vivían del prestigio cuando "nosotros" vivíamos todavía de madrugones y palizas en la era (ya en el antes de cristo), deberían comprender que llegados a este punto, una página en Facebook o una web no es suficiente. Ahora existe un nuevo punto cero en el que todos somos potenciales reyes (más o menos) y en el que hay que empezar por quemar (metafóricamente, claro) todo lo que llevamos siglos construyendo.

La cosa no va, como todos creemos, por si llevan razón o no éstos o aquellos, por la libertad contra la opresión, por los ricos contra los pobres, por los vividores contra los trabajadores, por los piratas anarquistas contra el orden. Esto es un nuevo mundo de un nuevo siglo, y si Hollywood o el Congreso quieren seguir siendo el rey, va siendo hora de echar las viandas al río. ¡Tonto el último!


Fotografía de Iain Tait

1 comentario:

Nico Carreño dijo...

Vaya! excelente blog, textos muy curiosos. Pero geniales. Pasaré a menudo por aqui...

te dejo la invitación al mío pues! gran privilegio seria si te pasaras por alli. :)

Saludos y felicitaciones por el blog!