Y es que el dolor ajeno es, o debiera ser, una de las afeccionas más extendidas en nuestra sociedad (un bonito eufemismo cientifoide para decir "nuestro mundo").
Para nosotros la tuberculosis, la enfermedad del sueño, la malaria o el Chagas nos suenan un poco a historias viejas de la guerra y a novelas fantásticas de rubios aventureros en el Continente Negro (será de la mierda que les echamos que se llama así). Pero estas tres enfermedades, junto con otras como la leishmaniasis visceral (sí, esa contra la que vacunaste a tu perro pero que da 500.000 nuevos casos cada año en India o Sudán) o el sida infantil son una realidad bastante, bastante jodida para muchas personas. Claro que, al ser pobres, supongo que lo que es compensar, no compensa mucho venderles tratamientos que no pueden comprar.
Pues vaya, este asunto huele bastante mal, ¿verdad? No nos preocupemos. Si a ti también te da cien patadas todo esto, Médicos Sin Fronteras ha sacado un remedio, si no definitivo, bastante novedoso: las pastillas contra el dolor ajeno. Las pastillas contra el dolor ajeno curan precisamente eso, el dolor de todas esas personas que sufren de enfermedades que pueden curarse, para las que existe un tratamiento, pero que yacen olvidadas en los rincones más recónditos del mundo por la sencilla razón de que nosotros, OCCIDENTE (así, con mayúsculas, para sentirnos importantes), ya no padecemos esas enfermedades.
Las pastillas contra el dolor ajeno son de agradable sabor mentolado, sin contraindicaciones, al módico precio de 1€ la caja de 6 en su farmacia más cercana. Andreu Buenafuente, Eduardo Punset, Pilar Bardem o Pau Donés ya las han incorporado a su lista de mediación. Incluso Luis García Berlanga, son su escopeta nacional ya colgada, ha decidido hacer un hueco en su abultado pastillero para curarse el dolor ajeno.
Supongo que pensarás que (y estás en lo cierto) unos caramelos de menta no van a curar la malaria. Pero como dije hace un par de días, la integridad es ese centímetro donde está todo lo que somos, y que hay que defender hasta el final. Porque las voces a veces resuenan más que las fuerzas.
Quizá pienses que las ONG como Médicos Sin Fronteras son un timo (pudiera ser), que tomar caramelos de menta esperando cambiar el mundo es infantil (quién lo duda) o que un euro más o menos no salvará a nadie de nada. Es posible, pero si a ti también te duele, ¿cómo te tratas tú? Si a ti también te duele, baja a tu farmacia a por un par de cajas de pastillas para el dolor ajeno. Al fin y al cabo, como dirían mis profesores, el dolor ajeno que sientes es referido. No lo padeces es tú, en realidad les duele a ellos.
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