A Joseba
Pagazaurtundua lo asesinaron el 8 de febrero de 2003 mientras desayunaba, como
a un perro. Como todos los asesinados, no tuvo oportunidad para defenderse ante
sus asesinos. Y lo más triste de todo es que probablemente ni siquiera se
sorprendió. Pagaza sabía que iban a por
él. Sabía que moriría en sus garras, pese a pedir y reclamar todas las ayudas
posibles a un gobierno que omitió su petición de socorro. El propio Joseba dijo
en una carta a Balza, consejero de Interior del gobierno vasco, “Cada día veo más cerca mi fin a manos de ETA. […]Me la trae floja que usted y sus secuaces, los que me
maltrataron y amenazaron con pasar información al respecto de mi persona a ETA
me hagan caso.” Y así todo. El poder es, como siempre, otra más de
nuestras desgracias. A Joseba Pagza lo acabaron asesinando de todos modos, como
él dijo.
Siete años después la Ertzaintza ha
detenido a su asesino, cuyo nombre no es digno ni de ser mencionado. Olvido
para los que condenan al ídem a los demás. Olvido, que es peor de los castigos.
Indiferencia ante lo que ellos consideran una gesta. Y aunque a veces uno
piensa que a nadie le interesan más de 30 años de asesinatos terribles, hoy la
misma Ertzaintza desde donde Joseba Pagazaurtubdua luchó a capa y espada contra
la violencia captura a su asesino. Nadie puede saber si se hará justicia (ardua
empresa para este país), pero al menos no nos olvidaremos de Joseba y tantos
otros.
Porque algún día nadie tenga que morir
por una idea.
Imagen de ukberri.net
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