Empezó la vida, un día
-no me acuerdo-
construyendo una trinchera a tu sonrisa, imaginando
un refugio antipenurias de algún modo
imposible, casi abocetando
con más prisa que furia, abriendo tus ventanas.
Me enfrenté al viento, y al sol, y a la tristeza,
amenacé a la sinrazón con suicidarme,
levanté un muro de sal contra el recuerdo, derrumbé
las columnas de tus labios con mis manos.
Comenzó el día, o mi vida
-no me acuerdo-
soterrando mi memoria a tu figura.
Quién diría, después, la nada, el tiempo
haría inundaciones de estos fuertes
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