Saber que quizá, seguramente
tendré miedo.
Temblaré como lo haría un niño acurrucado en su colcha.
Saber que lloraré con motivos y sin ellos.
Saber que me dolerán tantas cosas que no puedo ni nombrarlas,
que me desilusionaré de las quimeras
y hallaré otras tantas.
Que voy construyendo un camino de caballos y mortajas
con una pisada mía que es huella de elefante.
Que me derrumbaré hacia el abismo sin contemplaciones,
que me desplomaré de pared a pared como embriagado por la cerveza de toda una vida.
Que habrá golpes morados en mis brazos pronto.
Que probaré las cosas como el pan,
con los labios calientes.
En el fondo, saber que todo está aún ahí fuera,
también dentro.
Saber que no sé nada de lo que me aguarda y dudo,
como dudé,
como dudaré.
Ladearé la cabeza fatigado, puede que contento.
Abriré la boca y será la cueva del murciélago y del oso,
puede
que la lengua el río de las melancolías.
Pero en el fondo saber que aparte de eso
el camino siempre tiene un otro lado.
Saber, como sé sinceramente,
que más allá de las fronteras de los besos,
de los límites del tiempo y del camino,
aguarda lo que siempre aguardó, espera
lo que siempre esperó. Existe.
Saber, como sé sin miedo alguno,
que habrá un momento fijo:
al otro lado
estoy yo.
Y estás tú.
Con eso basta.
1 comentario:
estoy conociendo tu blog, la sección de poemas me tiene subyugada...te felicito
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