Desperté
de ser niño, ¡no despiertes!
A tu grito, Miguel, abrí los ojos:
qué campo gris, que tétricos rastrojos,
rastrojos por crecer, ¡qué angosta
suerte!
Desperté
de ser niño, ¡no despiertes!
Aún así dejé el sueño. Húmedo y rojo,
retorcido pesar, barro y manojo
de vida y sangre, de ciénaga y muerte.
La risa se quebró, triste mi boca
también está, mi sueño infante apago:
nuestra risa en la herrumbre, torvo
guiño.
Y en mi lengua de sol, lunas que embrocan
vertieron un, Miguel, futuro aciago.
¡Un rayo se rompió! Ya no soy niño.
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