Empezó la vida, un
día
-no
me acuerdo-
construyendo una
trinchera a tu sonrisa, imaginando
un refugio
antipenurias de algún modo
imposible, casi
abocetando
con más prisa que
furia, abriendo tus ventanas.
Me enfrenté al
viento, y al sol, y a la tristeza,
amenacé a la sinrazón
con suicidarme,
levanté un muro de
sal contra el recuerdo, derrumbé
las columnas de tus
labios con mis manos.
Comenzó el día, o mi
vida
-no
me acuerdo-
soterrando mi memoria
a tu figura.
Quién diría, después,
la nada, el tiempo
haría inundaciones de
estos fuertes
y desolaciones de
estas esperanzas.
En la imagen, "Love the clock" de Stephanie Batzer
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