miércoles, 23 de junio de 2010

Pilar




Anoche, por culpa del maldito último examen (qué bien sienta la libertad, oye) no podía dormir y pensé que para perder el tiempo podía ponerme un rato la radio. Entre odiosos programas musicales, tarot, radios católicas y demases, poco quedaba donde elegir. Así que ni corto mi perezoso me decanté por "Hablar por hablar", en la cadena SER.

Seamos realistas, la mitad de la gente del programa que llama ahí cuenta chorradas como pianos que no le importan a nadie, pidiendo consejo a gente que o bien le da igual o bien no es gente de fiar. Y además si a veces sale algo interesante, cómo tampoco hay debate alguno, dígame usted de qué sirve Macarena Berlín asintiendo a todo y leyendo el chat de la SER.

Pero resulta que ayer por la noche había algo no interesante, pero que llamó profundamente algo dentro de mí. Llamaba Pilar desde Galicia, que por lo visto ya había llamado previamente en las entrañables fechas navideñas. Resulta que esta mujer contrajo matrimonio allá por los años setenta con una especie de híbrido entre cerdo y cabrón que “comenzó el maltrato a los siete días de la boda”. Se casaron en Cataluña y a los cinco años se desplazaron a Galicia. Allí este simpatiquísimo señor se enamoró de una empleada suya y decidido a llevar su vida aparte de la de Pilar, cambió todas las cuentas a su nombre, porque resultaba que el casarse en Barcelona lo hacían según la Ley de Separación de Bienes catalana y claro, era fundamental que todo estuviese a su nombre. Y qué sabía de eso Pilar…

Pilar aguantó “por los hijos, por la familia”. Como tantas otras. Aguantó las palizas, vivir en la pobreza mientras él vivía a todo tren con la otra. Aguantó que su padre “comprara a su hija” hasta el punto de que Pilar no puede acercarse a su nieto por “maltratarlo”. Pilar solo tiene a su hijo de su parte, pero vive a 1700 km de distancia. Pilar se iría con él, pero vive en 40 m2 y el dinero se lo quedó el marido. Pilar está sola en una urbanización donde viven el esposo, la otra, la hija, el nieto.

Decía Pilar que aguantó por la familia. Justo después dijo “no merece para nada la pena”. No merece la pena que el marido le reventara un quiste ovárico de una paliza y sobreviva con parches de morfina. No merece la pena que tu hija te odie. No merece la pena no poder ver a tu nieto. No merece la pena que tu único apoyo esté a la otra punta del país. No merece la pena esperar toda la vida a que el juez haga lo justo con el monstruo que arruinó tu vida. No merece la pena propagar la infelicidad toda una vida. La familia está muy bien, pero qué asco me da que me digan que la familia es el sostén de la sociedad. Qué vale una familia que se lleva las vidas de sus miembros por delante. Menos que nada.

Decía yo al principio que el testimonio de Pilar había llamado algo dentro de mí. Podría ser pena o conmiseración. Podría ser rabia, enfado o impotencia. Podría ser repugnancia o náuseas por este abominable proyecto de hombre que es su marido. Pero lo que llamó fue la vergüenza.  Vergüenza de vivir en un país en que los desgraciados como este tipo viven como quieren. Vergüenza de que la justicia no mueva un dedo por hacer la ídem. Vergüenza de que a Pilar se la deje malvivir y malmorir abandonada de todo, sin fuerzas para rehacer su vida. Vergüenza de esta asquerosa cultura en la que persistimos en criarnos, esta cultura del despotismo y la brutalidad más descarnada.

No me malinterpretéis, pero joder, con cosas como éstas, qué asco da a veces ser hombre, aunque solo sea por compartir algo con esta gentuza.


2 comentarios:

Juanlu001 dijo...

Cuántas historias como la de Pilar habrá, sepultadas bajo una losa de violencia silenciosa.

Efectivamente, qué impotencia, qué dolor, qué rabia, qué furia y qué vergüenza.

Anónimo dijo...

El sacrosanto valor de la familia, que tanto mentó Vito Corleone y tanto daño sigue haciendo.De verdad no entiendo por qué las relaciones personales deben valorarse según el grado de consanguinidad, solo porque sí. Y esas dos personas: el verdugo y la víctima, son el producto de esa moral anquilosada. Si somos condescendientes y usamos un poco de corrección política de telediario o de ciudadano de a pie esta señora es una víctima, como ya dije antes. Si usamos un nuestro juicio, nuestros valores "modernos" y nos distanciamos emocionalmente y lo vemos todo de forma global, esta señora también es estúpida. Sin embargo, ese protohombre ("maltratador de género, doméstico o machista" según el grado de condena mediática a la que quieras someterle)sale mal parado usemos la clasificación que usemos.

A lo que me refiero es a que no se puede solucionar algo así si no enseñas a la gente a pensar por sí misma. Porque está muy bien que aprendamos matemáticas y física y consigamos crear una bomba nuclear, pero en ningún colegio se enseña educación emocional...y creo que hace bastante falta.