lunes, 9 de noviembre de 2009

A los veinte años del Muro




Veinte puños, veinte, uno por año…
Puño a puño y brazo a brazo, pico
a pico contra el muro y
verso a verso.
Veinte golpes contra el viento y veinte
piedras
tras otras veinte y veinte…
¡Aire de fuego!
Y veinte libertades como espadas
candentes contra el suelo.
Veinte abrazos, veinte miles
de padres que encontraron a sus hijos.

Veinte palomas de sueño
cruzaron el cielo berlinés, noviembre,
noveno día, año ochenta y nueve.

Y yo también –en futuro- di mis venas
como ramos blancos contra la piedra  y el hierro.
contra el hormigón mi pecho que aún no era.
Y ya no hay muros, ya no hay
muros de cemento o tablas.
Pero si hay muros de viento y hay
muros de miradas silenciosas
y muros de manadas de mendigos
y palmas que, de tantas manos, piden…
Y hay muros de pozos que no acaban, hay
fortalezas inexpugnables de monedas que se caen.
Y era verdad, tenían
-tienen-
libertad absoluta –casi- y el
consuelo de su hermano.
Y tenían todo el aire que podían respirar.
Y tienen un abrazo, eterno, pero
un abrazo sin leche y sin sustancia.
Un abrazo de hambre, eso no cambia
que hermanos o no siguen
por donde sale el sol –tras muros de gardenias-
siendo los pobres más pobres de Alemania.
Y tienen su abrazo tan frágil y menudo sobre el río y sobre
donde tenían acero y piedra que aplastaron con sus cuerpos.
Y tienen un abrazo inmenso, pero
un abrazo sin pan, donde ya nada
realmente es más que un brazo sano y uno enfermo:
un esfuerzo final donde en las flores
ya apenas quedan fuerzas.


P.D.: Estoy hasta las gónadas de las estadounidenses. ¿Veinte años de la caída del muro y me ponen en Google al Conde Draco? Que les den por el Arshcloch.

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