Sé que esta noticia está un poco ajada ya, pero yo me entero de las cosas a destiempo y las escribo cuando puedo... Así que ahí va:
Cincuenta y siete navajas son el precio del miedo. Miedo a ser violado. Eso dice un criminal. Cincuete y siete estocadas en la espalda de dos jóvenes. ¡Pánico a ser violado porque eran homosexuales! ¡Que tristes cincuenta y siete puñaladas en el pecho! Eso sí es miedo. Cuchilladas de sangre por todo el cuerpo. ¡Eso sí es pavor! Alega miedo. Miedo pasaron los dos pobres que murieron. Jacaobo Piñeiro, la justicia no condena, yo sí condeno. Yo no imparto castigo, pero yo siento. Que las cincuenta y siete puñaladas que diste sean cincuete y siete millones de tormentos. Púdrete donde nadie te quiera. No tengas miedo a ser violado por dos homosexuales ya nunca. Eso ya nunca. Ten miedo de quedarte solo. Ten miedo de repetirte a ti mismo el horror de sus gritos. Ten miedo de tener que huir siempre de aquel suplicio. El juez no condena, pero yo siento. Piérdte, Piñeiro, en una sombra. Piérdete. Dios te libre jamás de saber qué es el miedo. Porque ellos sí lo supieron.
Suavicemos el ambiente de rabia con la genialidad de Lorca, que siempre sabe que decirnos, aún cuando está muerto:
Cincuenta y siete navajas son el precio del miedo. Miedo a ser violado. Eso dice un criminal. Cincuete y siete estocadas en la espalda de dos jóvenes. ¡Pánico a ser violado porque eran homosexuales! ¡Que tristes cincuenta y siete puñaladas en el pecho! Eso sí es miedo. Cuchilladas de sangre por todo el cuerpo. ¡Eso sí es pavor! Alega miedo. Miedo pasaron los dos pobres que murieron. Jacaobo Piñeiro, la justicia no condena, yo sí condeno. Yo no imparto castigo, pero yo siento. Que las cincuenta y siete puñaladas que diste sean cincuete y siete millones de tormentos. Púdrete donde nadie te quiera. No tengas miedo a ser violado por dos homosexuales ya nunca. Eso ya nunca. Ten miedo de quedarte solo. Ten miedo de repetirte a ti mismo el horror de sus gritos. Ten miedo de tener que huir siempre de aquel suplicio. El juez no condena, pero yo siento. Piérdte, Piñeiro, en una sombra. Piérdete. Dios te libre jamás de saber qué es el miedo. Porque ellos sí lo supieron.
Suavicemos el ambiente de rabia con la genialidad de Lorca, que siempre sabe que decirnos, aún cuando está muerto:
El mariquita se peina
en su peinador de seda.
Los vecinos se sonríen
en sus ventanas postreras.
El mariquita organiza
los bucles de su cabeza.
Por los patios gritan loros,
surtidores y planetas.
El mariquita se adorna
con un jazmín sinvergüenza.
La tarde se pone extraña
de peines y enredaderas.
El escándalo temblaba
rayado como una cebra.
¡Los mariquitas del Sur,
cantan en las azoteas!
en su peinador de seda.
Los vecinos se sonríen
en sus ventanas postreras.
El mariquita organiza
los bucles de su cabeza.
Por los patios gritan loros,
surtidores y planetas.
El mariquita se adorna
con un jazmín sinvergüenza.
La tarde se pone extraña
de peines y enredaderas.
El escándalo temblaba
rayado como una cebra.
¡Los mariquitas del Sur,
cantan en las azoteas!
1 comentario:
Sin duda alguna, homofobia pura y dura. No hay excusas que valgan. 57 puñaladas no son en defensa propia.
Sin más, espero que el ASESINO tenga su pena. Sea cuál sea...
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