Mi primera entrada de verdad. Qué nervios.
Pues aunque suene a repetido, es inevitable, hay que hablar del fin de semana. Lo primero, que si no has leído la entrada que está dos pasitos por debajo de ésta, léela AHORA MISMO y luego vuelves. ¿Ya? OK. Seguimos.
Como decía, hay que hablar del finde porque no queda otra. A cualquiera que le digan que han encerrado a doscientos chavales (y chavalas, ojo) dos días en un campus pensarán que aquello era un caos. Pues sí, lo era. Cualquiera pensaría que es imposible conocer a tanta gente en dos días. Pues sí, es cierto. Y entonces, ¿qué hemos sacado de todo esto? Pues podría acudir a todo eso de la verdad y el bien y la belleza y la universidad… Pero mentiría como un bellaco. Sería la mayor mentira que jamás habría dicho.
Es cierto que todos los becarios tendrán sus detalles maravillosos. Sus paridas, sus bailes, sus chistes, sus confidencias. Unos habrán hablado de cine, otros de música, otros de todo. Algunos llevarán una cara concreta en su recuerdo, otros muchas. Todos recordaremos a nuestro grupo. También llevamos a nuestros amadísimos monitores (imposible expresar la gratitud) con nosotros. Y los tambores, y la gelatina, y el baile. Son muchas cosas que hacen que parezca imposible describir nada de lo mágico que ha ocurrido. Pero eso también es una mentira.
Hay un momento breve e intenso que lo resume y lo amplifica todo. Una última media hora final y frenética. Más de 200 personas reunidas en escasos metros cuadrados abrazándose, llorando. Más de 200 personas saltando y gritando. 200 desconocidos que dos días después se han dicho unos a otros: te quiero. Sin más. 200 personas superando toda diferencia de edad, origen, lengua, condición, género, mentalidad, queriéndose de verdad. Esa realidad que parece una utopía, en nuestras propias carnes. Menos de 72 horas. Lazos mágicos, luminosos. Una especie de misterio inexplicable pero real, tangible, de carne y hueso.
Qué grandioso y qué perfecto me resulta poder decir hoy, orgulloso porque lo merezco y lo merecéis, que puedo mirar a 200 personas a la cara y decir: Voy a echaros mucho de menos, pero me alegro mucho más de haberos conocido.
Pues aunque suene a repetido, es inevitable, hay que hablar del fin de semana. Lo primero, que si no has leído la entrada que está dos pasitos por debajo de ésta, léela AHORA MISMO y luego vuelves. ¿Ya? OK. Seguimos.
Como decía, hay que hablar del finde porque no queda otra. A cualquiera que le digan que han encerrado a doscientos chavales (y chavalas, ojo) dos días en un campus pensarán que aquello era un caos. Pues sí, lo era. Cualquiera pensaría que es imposible conocer a tanta gente en dos días. Pues sí, es cierto. Y entonces, ¿qué hemos sacado de todo esto? Pues podría acudir a todo eso de la verdad y el bien y la belleza y la universidad… Pero mentiría como un bellaco. Sería la mayor mentira que jamás habría dicho.
Es cierto que todos los becarios tendrán sus detalles maravillosos. Sus paridas, sus bailes, sus chistes, sus confidencias. Unos habrán hablado de cine, otros de música, otros de todo. Algunos llevarán una cara concreta en su recuerdo, otros muchas. Todos recordaremos a nuestro grupo. También llevamos a nuestros amadísimos monitores (imposible expresar la gratitud) con nosotros. Y los tambores, y la gelatina, y el baile. Son muchas cosas que hacen que parezca imposible describir nada de lo mágico que ha ocurrido. Pero eso también es una mentira.
Hay un momento breve e intenso que lo resume y lo amplifica todo. Una última media hora final y frenética. Más de 200 personas reunidas en escasos metros cuadrados abrazándose, llorando. Más de 200 personas saltando y gritando. 200 desconocidos que dos días después se han dicho unos a otros: te quiero. Sin más. 200 personas superando toda diferencia de edad, origen, lengua, condición, género, mentalidad, queriéndose de verdad. Esa realidad que parece una utopía, en nuestras propias carnes. Menos de 72 horas. Lazos mágicos, luminosos. Una especie de misterio inexplicable pero real, tangible, de carne y hueso.
Qué grandioso y qué perfecto me resulta poder decir hoy, orgulloso porque lo merezco y lo merecéis, que puedo mirar a 200 personas a la cara y decir: Voy a echaros mucho de menos, pero me alegro mucho más de haberos conocido.
NI TODOS LOS “GRACIAS” DEL MUNDO PODRÁN DECIR JAMÁS TODO LO QUE ME HABÉIS DADO
1 comentario:
sabeeeeees??es precioso lo que has escritoo...tal vez sepa valorarlo porque lo viví..senti esa "magia"...
Increible xo ciertoo...ahora todos formamos algo..nos unen lazos invisibles que siempre que evoqemos este finde..nos llevaran una sonrisa a la cara...y diremos "estuve alli, fui parte de ello.."y nos entiremos vivos, y en nuestra mente sonaar "viva la vidaa"porque habremos descubierto que nunca olvidaremos el comienzo de nuestra "aventura"!!
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