viernes, 4 de mayo de 2012

Rayos de piedra y rosas 29: Finale

Es una pena, pero llega mayo y con él se acaba el peregrinaje que durante el crudo invierno he hecho con vosotros a través de mi viejo y olvidado libro de sonetos. Así desaparece una pequeña espina que quedaba ahí clavada, muchas cosas se quedan atrás y con la primavera empieza, como siempre, un nuevo periodo, en el que tanto en este blog como en la vida del mundo real toca avanzar, sin mirar atrás, con la confianza de que lo que está por venir es lo mejor.

Este vigésimonoveno y último rayo de piedra y rosas es para Juan Lafuente, allí dónde esté, que sepa que su ya algo menos joven alumno le lleva en el recuerdo.

Fue un placer compartir esto con vosotros.



A Juan Lafuente



Tus dos cuencas se pierden en la muerte,
en un mar de carbón donde las venas
laten sin resonar, donde la pena
configura en silencio un dios sin suerte.

Es preciso seguir y, ¿quién es fuerte?
Levantando fortines que la arena
de los bueyes devoran y enajenan
como ajena tu sombra, inmensa, inerte…

Qué vacío constante es esta grieta
que me sabe a vinagre en esta herida
que me dejas abierta y que no cede.

Y tu ausencia, profunda e indiscreta
abandona su polvo hacia mi vida
que hace afán de seguir, pero no puede.

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