Tu voz es
huracán de mi locura
y sangre, y la
recuerdo en alaridos.
Tu voz corta una
flor a mis latidos
que anega en
negras voces de amargura.
La piedra, ves,
sucumbe a la tortura.
No evita lo que
quiere en su dolido,
pétreo corazón:
truenos sufridos
que vibran por
tu voz en la negrura.
Desgarra en mí
tu son de filos, nace
tu timbre que
retumba ya en cascada
furiosa y vibra
espumas en tormentos.
Sángrame a verso
abierto si te place
y hazme a tu
sangre anchura desbocada:
perdida entre
tus gritos, voz al viento.
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