viernes, 7 de octubre de 2011

Rayos de piedra y rosas 0



Esta entrada es el principio de un pequeño proyecto. Un pequeño proyecto que con el título de "Rayos de piedra y rosas" no es más que un modesto libro de sonetos que escribí en su día y quedó oficialmente registrado. Su publicación es algo que quedó -y temo que ya quedará siempre- frustrado por eso que llaman los reveses de la vida. Sin embargo, un libro que se queda ahí, sin ojos que se le pongan encima, hace que la poesía se quede en un triste ejercicio de onanismo literario. Y los poemas no se hicieron para eso. 

Así, me ha parecido que lo mejor es, poco a poco, ir sacando por aquí, que es como un pequeño salón de casa por el que a veces pasan buenos amigos, este libro al que le tengo tanto cariño, quizá por ser lo primero que fui capaz de hacer como un conjunto sólido de poesía. Iré sacando un soneto del libro cada viernes -que por motivos académicos es el único día que paso seguro por casa- hasta ponerlos todos aquí.

Hoy empiezo con un soneto que quedó fuera del libro, para ir abriendo boca.

Espero que lo disfrutéis.



Voy a orlarte, sonríe, una guirnalda
con las flores moradas del hastío.
En tu cuello, sus pétalos de frío
rozarán el dolor de tus espaldas.

Coseré con las ramas una falda
de luz que te ilumine como un río.
Su sombra te recorre, escalofrío
de aquel olvido amargo en tu giralda.

Tu memoria se espina en caracolas
y se clava en tu negra sien, burlona,
y sangra, el ayer te hace un roto muerdo.

No sé si tú me olvidas con las olas
del tiempo: te asgo al pecho una corona
de flores encendidas del recuerdo.




En la ilustración, Thorn Bolt Rock, de Mitch Tatafu

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