jueves, 25 de noviembre de 2010

Un fantasma recorre Europa



El fantasma de la mala hostia, del hartazgo, del "hasta aquí hemos llegado". Hasta Karl Marx se daría de cabezazos ante los delirios financieros y económicos del Viejo Mundo (que debe de ser viejo desde que nació, lo cual explica muchas cosas...)

Londres - 10.00 a.m.
Matthew Longfield recorre las calles de Whitehall, en el corazón de Londres, al asalto de la oficina del Prime, David Cameron. Él y sus compañeros arremeten contra la barrera policial, intentando hacer entender a la cabeza pensante de los conservadores que no están dispuestos a pagar ni un penique más por sus ya infladas matrículas universitarias. "Cameron, don't fuck with me", declara. En Oxford, su hermana menor Valerie ocupa su propia facultad, que, según dice, para eso es suya. Suya y de sus compañeros. Ellos tampoco quieren más mangoneo y no ceden ni medio milímetro ante las descabelladas propuestas liberales. Con una Thatcher ya fue suficiente, gracias.

Atenas - 8.00 a.m.
La vieja Delia llega frustrada al muelle. Hoy no hay barcos. No podrá llegar hasta el continente, donde tenía pensado realizar unos trámites fiscales y de paso ir a recoger a su nieto, que vive en Atenas, al colegio. Andrés conducía el ferry. Ahora está junto con otros muchos compañeros paralizando el tráfico del Egeo, porque nadie les da el salario que necesitan. Más impuestos, pero menos dinero. Ser marino siempre ha sido una profesión dura, pero ser marino griego es ahora también una profesión de mierda. Sintiéndolo mucho, Delia tendrá que esperar. De todos modos, no iba a poder solucionar su problemilla con Hacienda o ver a su nieto en el patio del recreo, porque los funcionarios de Atenas hoy tampoco trabajan. Al fin y al cabo, nadie está dispuesto a trabajar de gratis.

Roma - 11.00 a.m.
Riccardo llama a su amigo Pierluca, se encuentran, y unos minutos después están junto con la mayoría de sus compañeros de clase asaltando el Palazzo Madama al grito de "Gelmini dimissione". Poco después es el turno de Palazzo Grazioli, cueva donde habita el Querido Líder Berlusconi; y de Montecitorio, donde sus esbirros legislan. Riccardo no quiere la reforma de ellos. No quiere más y más recortes. No quiere pagar por el dinero que se llevaron otros (incluido su presidente). Hoy Riccardo toma un poquito más las riendas de Italia. Detienen a un compañero en la manifestación. Por suerte, no ha sido él.

Lisboa - 9.00 p.m.
Después de toda una jornada de miércoles, la capital portuguesa parece un desierto. Pocos aviones han cruzado hoy el cielo, y los ferrys del Tajo aguardan silenciosos en los muelles, como perros desconcertados ante tamaño e inquietante silencio. En las oficinas públicas hoy no hay bullicio y el traqueteo habitual de la ciudad, entre coches y tranvías, se reduce a la nada. Nuestros vecinos no quieren los nuevos presupuestos que les han puesto en la mesa. Ellos también tienen socialistas de palo en el gobierno, y no admiten semejante retroceso social. A las penas, puñaladas.

Madrid - 12.00 p.m. 
La Gran Vía sigue como otro día cualquiera, llena de bullicio y gente tomando café. las colas en las oficinas de la Administración son interminables y en los pasillos los funcionarios aprovechan su descanso para comentar el partido de Champions. En las aulas universitarias, los estudiantes menos vagos toman apuntes cabizbajos y los otros quedan durmiendo en su casa, compartiendo sofá con el padre parado y la madre sufridora. Los abuelos pueblan los bancos y las obras, y el presidente del Gobierno firma nuevos ajustes para goce y solaz de nuestra economía. A las dos, el hambre azuza y todos los que aún trabajan levantan la vista del ordenador unos minutos. Los demás no tienen prisa, al fin y al cabo no hay nada que hacer. Unos viejos de gafas ahumadas, bigotillo sospechoso y olor a Varón Dandy se frotan las manos y levantan la bandera española al grito de "¡La juventud ha muerto! ¡Viva la juventud!" Entretanto, el metro se abarrota para el regreso a casa y los ministros suspiran relajados en Moncloa. Un día más, salvados.

Un fantasma recorre Europa, pero a nosotros nos ha debido de pillar cagando en el baño, como siempre.




Fotografía de Michael Hughes

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